Cuando una imagen vale mas que mil palabras

18.12.2016 19:30

 

 

En estas fiestas en las que de cada uno de nosotros debe salir el mas puro espíritu navideño que por temporalidad y pura hipocresía conceptual  hace que muchos no compartamos, deseamos hacer una serie de reflexiones sobre lo que quienes cada día atendemos y trabajamos con los mas frágiles y necesitados de atenciones,  aprendemos de ellos.

 

Ilustramos este texto con una imagen espontánea, captada de soslayo y si preparación alguna, una imagen que plasma a una niña y una anciana en complicidad, una imagen de dos desconocidas que coinciden por casualidad en una iglesia en la fiesta de una Residencia, escuchando cantar habaneras, la anciana llama  a la niña para comentarle algo inteligible pero amable , algo que la niña escucha con atención, respeto y cariño sin evitar el contacto físico y sin mas intención que la union momentánea de dos personas que por su pureza, una niña y una anciana con demencia y en silla de ruedas  representa , la mas autentica y sincera  de las imágenes esa que muchos desearíamos ver con mas frecuencia.

 

Ambas con las manos suavemente entrelazadas se miran tal vez cada una intentado descubrir lo que la otra siente o necesita, la anciana explicando con manifiesta dificultad su emoción al estar en una iglesia escuchando música la niña atendiendo sin entender demasiado, nada de lo oido,  pero encandilada de esa tierna mirada y ese suave y cálido contacto de las manos de la anciana, tal vez ve en ella a su abuela ya difunta o a otros mayores que conoce y respeta.

 

Tal vez esta imagen en las actuales fechas despierte en algunos (espero que en muchos) la consciencia de cuidar, querer y atender a sus mayores, a esos que con su esfuerzo, e incluso con su salud han hecho que hoy nuestra sociedad esa que disfrutamos sin apreciarla  mayoritariamente,  sea una sociedad avanzada, mas justa que la suya y con una democracia que les costo en una guerra civil la vida a decenas de miles de ellos.

 

Nuestros mayores esos que estiran sus pingues pensiones para ayudar a hijos y nietos a salir adelante en la época de crisis financiera que atravesamos, esos que no escatiman un céntimo en hacer que gracias a su jubilación otros en edad activa puedan buscar trabajo y mientras sobrevivir. Esos que siempre acogen en sus viviendas a hijos, hijas, nietos y lo           que se tercie sin una mala cara por ser invadidos en su bien ganada intimidad y sosiego.

 

Nuestros mayores esos que hacen de canguro a sus nietos para que toda la familia trabaje fuera de casa, esos que hacen de ama de casa de sus hijos cual servicio domestico a coste cero.

 

Nuestros mayores los que asisten atónitos a la vulneración de sus derechos como colectivo mas frágil, lease, abusos financieros y bancarios varios ,  desahucios inhumanos o cortes de suministro eléctrico sin miramientos alguno.

 

Nuestros mayores esos que están en boca de todos los políticos y mas aun si estamos en campaña electoral, pero que luego son tal solo una carga económica en base a temas tales como  gasto farmacéutico,  gasto sanitario, ley de la dependencia, etc..

 

Nuestros mayores esos que sirven para cualquier urgencia familiar pero a los cuales cada vez se les deja mas de lado a la mínima posibilidad. Esos que asisten atónitos a una sociedad tan diferente a la suya tanto en valores como en  avances tecnologícos  y de la cual cada vez entienden mas difícilmente su devenir.

 

Nuestros mayores esos que en mas de una ocasión son privados de las miradas cómplices de sus nietos, de poder contarles historias de abuelos e inculcarles  la sapiencia que solo la edad acarrea tras de si,  solo por estar enfermos o ser viejos.

 

En nuestra mano esta el mantener esta situación o revertirla y hacer que el sentimiento de cariño y respeto de esa niña y esa anciana sea la nota predominante en nuestra sociedad la cual se autoetiqueta de justa y moderna, no se trata de excusarse tras falsas ideas preconcebidas y estigmatizantes de un colectivo al cual todos pasaremos mas o menos en breve,  el colectivo de la ancianidad, la senectud, y para ser claros la simple vejez.

 

En nuestros centros residenciales podríamos hacer cada día una tesis doctoral respecto a lo aquí comentado, pero nos limitamos a intentar suplir esa falta de  presencia familiar con profesionalidad, a suplir el amor de los hijos con el cariño de las cuidadoras y la falta de visitas de los nietos con encuentros fortuitos y espontáneos como el que recoge la foto, los recortes sanitarios y farmacéutico con profesionales que dedican su esfuerzo a cuidar. Centros residenciales donde se salvaguarda la dignidad de los usuarios y su potencial como seres humanos y personas que atesoran conocimientos y experiencias, de valor no cuantificable.

 

Vemos como nuestros residentes anhelan poder tener entre los brazos durante unos instantes a sus nietos o bisnietos, como desean poder ver y acariciar a ese animal domestico que dejaron en casa, ¿alguien ha visto su  cara de emoción al volver ver a su perro, o aun perro cualquiera como si el suyo fuese?. Saber con mas frecuencia de sus familias, una llamada de pocos minutos pero con mas frecuencia de la semanal, y ante todo ser tenido como parte activa del núcleo familiar y no un molesto añadido.

 

Emoción manifiesta al salir de la rutina de tan solo vivir, la emoción de una merienda por la tarde con su familia, tan solo un cafe con leche pero el mejor del mundo por la compañía, el salir a comprar algo de ropa o algún utensilio necesario u ornamental, el tener fotos actualizadas de la familia en su habitación, cuantos aun tiene las fotos de hace decenas de años y ya esta.

 

Ilusión por que cada día sea un día con “sorpresa” una corta visita un pequeño detalle y no entraremos aquí a reclamar el   abastecerles de los mínimos requerimientos higiénicos, de vestimenta y de ocio que cualquiera da por normal y que en múltiples ocasiones suple la residencia por vergonzoso que parezca.

 

Poder sentirse vivos no solo por amanecer,  sino por ser queridos y respetados.

 

Mientras intentamos hacer a las familias participes de las vivencias de sus mayores, aun tenemos que preguntar y varias veces quienes saldrán el día de Navidad a comer fuera ,con los suyos, o suplir la falta de delicadeza de muchos haciendo la residencia de Mechor, Gaspar y Baltasar.

 

Caiga sobre la conciencia de todos nosotros estas muestras de insolidaridad intergeneracional las cuales no podrán ser nunca legisladas ni de obligado cumplimiento,  pero si una lacra para cualquier sociedad que diga ser avanzada, y una clara muestra de inmoralidad y falta de ética por parte de quienes las profesan.

 

¿Como hemos llegado hasta aquí? ¿Somos conscientes de que un día los menospreciados seremos nosotros mismos por nuestros hijos si es lo que les estamos enseñando? ¿Entendemos como puede llegar a sentirse un anciano enfermo por todo lo explicado? ¿ Que nos representa el contentar a quien cuenta  la vida en meses ya no en años? ¿Somos mínimamente conscientes de lo que nuestros padres han hecho por nosotros? ¿Estamos capacitados para entender el daño moral que se les causa con este tipo de conductas?

 

Muchas preguntas a las cuales solo existe una respuesta, el perdernos en la expresión que la niña y la anciana muestran en la foto, de forma totalmente espontánea y desinteresada,   el poner en nuestro trato con los mayores mas humanidad, mas comprensión y mas empatía.

 

Si lo conseguimos los mas beneficiados seremos nosotros mismos, si seguimos por la senda de la indiferencia y el abandono social al colectivo aquí mencionado, estamos cavando nuestra propia tumba, esa que hará que en unas próximas Navidades los que estemos solos, los que permanezcamos sin la ilusión de una breve comida familiar seremos nosotros mismos.

 

Nos gustaría acabar con un cita de Francis Bacon que refleja nuestro sentir

 

“ Porque las conductas, como las enfermedades, se contagian de unos a otros”

 

 

¿Empezamos pues a contagiar ?